Murillo Torrecilla, F. Javier (2005). La Investigación sobre Eficacia Escolar.
Barcelona: Octaedro. 320 págs.


Bonifacio Barba Casillas

Recensión


Lo que una sociedad dice de la educación,
cómo es, cómo debería ser,
nos informa mucho más que cualquier otro discurso
acerca de la naturaleza
y de los objetivos de esa sociedad.
Alain Touraine

El libro de Javier Murillo es una obra compleja en sus contenidos, si bien tiene una estructura didáctica que facilita su comprensión. Aunque se ocupa del conocimiento científico de la eficacia escolar (EE), está trazado sobre tres dimensiones de la educación: la filosófica, la sociológica y la pedagógica, con variantes en los momentos de preeminencia de las mismas.

La obra bien podría titularse Al encuentro de la eficacia escolar o, del descubrimiento de cómo ocurre en la vida escolar lo que importa en la educación.

Murillo se propone “ofrecer una imagen global y  ponderada de lo que se sabe sobre eficacia escolar” (p. 12) y puede afirmarse que para el lector la experiencia de adentrarse en el libro consiste precisamente en salir al encuentro de un conocimiento y de una actividad que aparecen en el texto impregnados de un específico dinamismo histórico y epistemológico. Dicho de otra manera, leer este libro es como asistir a un descubrimiento teórico y metodológico ocurrido a lo largo de cuarenta años pero que aparece tan cercano, debido a la permanente perspectiva temporal de la revisión, cual si se tratase de un trabajo realizado ayer y que apenas se ha discutido y organizado. El texto da la impresión de que el autor reunió a los protagonistas en una productiva mesa de debates.

Es preciso decir, sin embargo, que el rasgo aludido no se debe a la simpleza del argumento o a un sencillo recurso narrativo. Queda claro en el libro que tal descubrimiento no es obra de la casualidad; es, por el contrario, una paciente y debatida construcción.

La EE aparece como un ámbito de la investigación educativa en el que se muestran tanto los avances científicos como su relación con los valores humanistas en las sociedades modernas al cierre del siglo veinte, sobre todo en las más desarrolladas.{1}

Javier Murillo presenta la historia, en el sentido específico de génesis y de construcción científica, de lo que considera “el movimiento de investigación educativa más influyente y que más ha aportado en la toma de decisiones educativas tanto en el nivel de la administración general como en la mejora de la escuela en todo el mundo” (p. 269).

De 1966 en adelante, en un proceso no exento de dudas y críticas, “una humilde línea de investigación” –como él mismo la llama- sobre los efectos escolares se transformó en un paradigma o tiene rasgos para constituirse en tal, de acuerdo con mi apreciación. Hay qué decir que el autor, entre otras cualidades, es cauteloso y no afirma la existencia del paradigma. Lo que él dice es que “frente a lo acaecido en otras líneas de investigación, los estudiosos de la eficacia escolar (o eficacia educativa) han ido construyendo un sólido marco teórico en un proceso de acumulación de conocimientos que hace que cualquier nuevo estudio se halle perfectamente arropado conceptualmente. Así, aunque no contemos con una teoría sobre eficacia escolar, ya están dándose pasos serios para su elaboración”.{2} Es en los años noventa cuando empiezan a “proponerse modelos explicativos globales como un primer paso para la construcción de esa deseada teoría” (Murillo, 2005: 235).

El trabajo de Murillo tiene un elemento que siendo sólo esbozado deja un sedimento filosófico –específicamente una preocupación ética- que permite comprender una de las discusiones fundamentales en torno a las funciones de la escuela y su eficacia. Apenas presentando el libro Javier toma una postura ante los peligros que vive la educación en la actualidad, particularmente el individualismo y la competencia frente a la cohesión social y la equidad, cuestión que dificulta a los sistemas educativos “constituirse como sistemas de compensación social y cultural” (p. 11). Inmediatamente el autor asienta en el texto que la investigación progresista debe comprometerse más “en su tarea de construcción de una sociedad más justa y equitativa” (ibid.) y de manera contundente afirma que “toda persona implicada de una u otra forma con la educación –y podemos preguntarnos quién no lo está- tiene el compromiso irrenunciable de aportar su esfuerzo en la consecución de una mejor educación, una educación de calidad para todos” (p. 12). Aquí es imposible evitar la asociación con el propósito emblemático del Programa Nacional de Educación de México: educación de calidad con equidad.

Tiene tal importancia la equidad en la eficacia –en los efectos escolares- que al término del capítulo que los analiza se afirma la necesidad de utilizar “un abanico amplio de medidas de producto de rendimiento cognitivo y no cognitivo” así como la necesidad de hacer “estudios sobre los efectos diferenciales de la escuela para distintos grupos de alumnos: una escuela no es eficaz si no es equitativa” (p. 189).


No le interesa a Murillo, por lo dicho antes, narrar una historia como espectador sino que lo hace andando con detenimiento los caminos de la EE para resaltar el potencial del movimiento en la generación de conocimientos y en la colaboración con otros movimientos científicos, pedagógicos y de políticas públicas con miras a la transformación de la sociedad. No ve la historia de la EE como pasado, quiere mostrar la utilidad de los orígenes y la creatividad que ha sostenido la evolución de la investigación. De esta forma, los valores de la justicia y la equidad no son ensoñaciones, son ideales apoyados en un tipo de acción social –la elaboración de políticas, la mejora de la escuela- que a la vez está sustentada en un conocimiento de creciente complejidad teórica y rigor metodológico. Los capítulos sobre los efectos escolares (su magnitud y sus propiedades científicas) y sobre los factores de eficacia escolar son clara muestra de este intenso trabajo.

Esta ardua labor teórica y técnica hace pensar en la tarea de Sísifo, pero librada de su fatalismo y transformada por la razón y la ética. No se trata de la condena eterna de llevar una enorme roca a lo alto de una colina, no se trata –para el caso de la formación humana- de emprender la obra educativa arrastrados por la adversidad social, sino de conocer los efectos de la escuela, conocer de qué es capaz esta institución símbolo de la modernidad pero también recinto de sus contradicciones y limitaciones, y poner tal saber al servicio de las propias funciones escolares, que incluyen la promoción de la justicia y la equidad. Más aún, la equidad es una condición incrustada en la propia eficacia pues Murillo propone que “una escuela eficaz es aquella que consigue un desarrollo integral de todos y cada uno de sus alumnos mayor de lo que sería esperable teniendo en cuenta su rendimiento previo y la situación social, económica y cultural de las familias” (p. 30).

Vistas las cosas así, quizá ya no se trata de la tarea de Sísifo sino de la de Prometeo, el semidios cuya aspiración no fue ser como dios sino mejorar las condiciones de vida de los humanos. Y esta tarea también está transformada: el fuego que hoy se entrega a los hombres -¡y a las mujeres!- será, como antes, el conocimiento, pero vivido como experiencia de desarrollo humano en su más amplio sentido psicosocial y económico. Por esto quizá, los modelos de análisis multinivel se convirtieron en elementos imprescindibles en el avance de la investigación sobre la EE. Y ahora, en nuestra circunstancia, como en los míticos tiempos de Prometeo, los dioses privilegiados también continúan acaparando ‘bienes’ y produciendo discordia entre los hombres, pero en nuestra historia y en la de la escuela como institución social son representados por Murillo por la ideología conservadora y por los valores económicos que dan primacía al mercado, la eficiencia y la productividad.

Contra el pesimismo de los años sesenta del siglo XX, luego del Informe Coleman, hoy existe optimismo porque se tiene una estimación de los efectos escolares y de sus características científicas, aspecto central del capítulo 5.

En esta interacción de mito y razón es relevante hacer un comentario sobre el planteamiento de la integralidad de la educación, una cualidad que la investigación sobre la EE ha puesto de relieve. Este rasgo está vinculado, en el pensamiento de Javier Murillo, con la educación social y moral y lo manifiesta recurriendo a la sabiduría de los hombres mesoamericanos. Para ello recoge una breve pero intensa orientación pedagógica asociada al trabajo del temachtiani –el maestro- y del tlamatini –el sabio-, ambos pertenecientes a la antigua cultura náhuatl. Esta orientación está recogida en los huehuehtlahtolli o testimonio de “la antigua palabra”{3}, y dice así: “Comenzaban a enseñarles: cómo han de vivir, cómo han de respetar a las personas, cómo se han de entregar a lo conveniente y recto, han de evitar lo malo, huyendo con fuerza de la maldad, la perversión y la avidez”. Con este enlace humano se reconoce un componente fundamental de la formación y se anuncia otra globalización, otra forma de establecer vínculos entre los individuos de forma que se creen las comunidades humanas.

La historia narrada por Javier, o mejor, reconstruida, presenta las bases conceptuales, los desarrollos teóricos y metodológicos y esboza los supuestos antropológicos estableciendo un punto de partida con la definición de sus opciones de investigador.

El análisis histórico del movimiento de la eficacia escolar se basa en dos opciones del autor. La primera consiste en realizar una aproximación global en lugar de analizar territorios o aportaciones nacionales, si bien éstas son incorporadas en el análisis para ilustrar el movimiento general; se centra en las contribuciones de los ‘maestros’ pero incluye trabajos de otros investigadores que ayudan a mostrar particularidades de ciertos países.

La segunda disyuntiva que resuelve es la de ‘reyes y batallas’ –lo que llamamos en México la historia de bronce- versus una visión social de la historia. Reconoce que la segunda alternativa es seductora pero opta por ocuparse de los grandes trabajos aunque realizando también acercamientos a sus repercusiones al interior del campo y de la práctica educativa. Un ejemplo de la historia de reyes y batallas es el siguiente: el estudio de Rutter et al. (1979), Fifteen thousand hours (el tiempo de los primeros doce años de vida escolar de los niños) representaría la Revolución Francesa y Peter Mortimore estaría jugando el papel de Napoleón.

El estudio de Rutter –al inicio de la tercera etapa de la EE- tuvo tres rasgos definitorios: uso de exámenes escolares (“pruebas ligadas a contenidos de enseñanza”, p. 63) como medidas de resultados, diseño longitudinal e incorporación de “variables de características escolares que tuvieran una gran varianza entre centros” (ibid.), como las referidas al proceso (por ejemplo, comportamiento docente, responsabilidades específicas de los alumnos, organización del personal). El informe de la investigación tuvo un fuerte impacto; una de sus conclusiones fue que “Las diferencias entre centros docentes no pueden ser atribuidas a sus características físicas y administrativas” (p. 64).

Mortimore, el Napoleón de la EE, dio en 1991 una definición de escuela eficaz que sigue siendo hoy punto de referencia: “una escuela eficaz es aquella en la que los alumnos progresan más allá de lo que sería esperable teniendo en cuenta sus condiciones de entrada” (cit. en p. 23) y el estudio que dirigió entre 1980 y 1987 –el informe se llamó School Matters- fue juzgado por Goldstein{4}(1977) como “la primera investigación en la historia de la eficacia escolar que cumple todos los requisitos mínimos necesarios para realizar cualquier tipo de inferencia” (p. 70).

El estudio identificó 12 características de las escuelas eficaces o 12 factores de eficacia (se presentan en las páginas 73-75) que luego de leerlos uno no puede decir más que un contundente ‘pues claro’. Estos factores llevan a pensar que el enfoque de la EE no tiene mucho aprecio en determinados ambientes no sólo por sus connotaciones economicistas sino por las exigencias prácticas que de ellas pueden desprenderse para educadores (prácticos) y administradores, tema que es desarrollado en el capítulo 7 del libro que trata de los modelos de eficacia escolar.
A diferencia del enfoque histórico anterior, el de ‘reyes y batallas’, en el de la historia social destaca el International Congress on School Effectiveness and Improvement y su revista School Effectiveness and School Improvement. Este elemento, con otros cinco, entre los que están los modelos multinivel, define la cuarta etapa de la investigación sobre la EE. El Congreso es “una asociación que reúne a investigadores, prácticos y administradores preocupados tanto por el tema de la eficacia escolar como de la mejora de la escuela” (p. 76) y ha tenido un papel fundamental en el crecimiento y difusión mundial de la línea desde 1988.

Si se atiende al orden histórico del movimiento éste se muestra en cuatro etapas que son presentadas con claridad en una primera aproximación en el capítulo 2. Éste y los subsecuentes capítulos sobre la metodología, los efectos escolares, los factores de eficacia y los modelos de eficacia escolar, despliegan el territorio, los artefactos y las edificaciones de este movimiento científico. Una gran cualidad de la obra de Murillo es que cada aspecto de la investigación sobre EE, desde su misma conceptuación en el capítulo 1 hasta los modelos de EE en el capítulo 7, es expuesto en torno a un eje histórico de forma que la fisonomía y ascenso del movimiento va integrándose paso a paso. De tal descripción puede inferirse, entre otras cosas, el enorme esfuerzo que es requerido para mejorar la escuela. La historia puede elaborarse, afirma Murillo, siguiendo la “preocupación por los efectos escolares” (p. 187).

La evolución de este movimiento de IE se sitúa entre el Informe Coleman (1966) –un trabajo que no fue estrictamente de EE- y el trabajo de Aitkin y Longford (1986) acerca de la metodología de investigación sobre EE en el que demostraron la superioridad de los modelos multinivel sobre otros enfoques metodológicos. En la primera fecha nace la investigación sobre eficacia escolar “como reacción a una inadecuada estimación de la magnitud de los efectos escolares” (p. 186) y esta etapa inicial va hasta 1971; con la segunda se abre la etapa actual del movimiento, la cuarta, en la que el trabajo de Creemers es un ejemplo de complejización teórica y metodológica al fusionar las líneas de eficacia docente (instructiva) y de EE. 

La segunda etapa (1971-1978), iniciada con el trabajo de George Weber,  se caracteriza por el estudio en profundidad de escuelas prototípicas (especialmente eficaces) utilizando la metodología de estudios de caso y mostró la importancia de la dirección (el centro) y el profesorado (el aula) como factores de eficacia. La tercera etapa (1979-1986) representa la consolidación de la investigación sobre la EE. Se vuelve a las grandes muestras y las pruebas estandarizadas son acompañadas de técnicas cualitativas para recoger datos de escuela y de aula.

Si en la tercera etapa se incorporan los procesos escolares al modelo de ‘input-output’ precedente, en la cuarta se incorpora el contexto a los modelos de EE para integrarse con entrada, proceso y producto.

Podemos preguntarnos, pare cerrar este comentario, si el trabajo de Murillo logra su propósito y es posible responder que sí lo hace. El panorama es completo, enmarcado en las opciones del autor, y estimulante; la obra merece ser leída. Muchas reflexiones son sugeridas o motivadas por la lectura –como se afirmó al principio, el libro es complejo-. Algunas de ellas se expresan a continuación.

  1. Entre los factores de EE que resaltan está el papel de los directivos, especialmente su implicación en las actividades académicas. La cuestión hace pensar en una de las condiciones operativas de la institución escolar en México, desde el preescolar hasta la educación superior y ante ello la pregunta surge inevitable: ¿en qué se les va el tiempo? Es de suma importancia que estos actores tomen conciencia de su responsabilidad por los efectos escolares.

  2. Aparece también ante los ojos del lector la importancia del clima escolar en términos de ‘atmósfera agradable, feliz’. Aquí la pregunta es si deberíamos mostrarnos sorprendidos por este hallazgo.

  3. Un resultado importante del estudio de Blakey y Heat (1992), importante por el aliento y la esperanza que aviva y por señalar el complejo campo de interacción entre escuela y sociedad, indica “que los buenos centros son buenos para todos los alumnos, pero ni siquiera los mejores son capaces de compensar los efectos de la sociedad” (p. 83). En este punto es ilustrativa la concepción de EE de Cheong Cheng centrada en la maximización de las funciones escolares.

  4. A medida que se va recorriendo el camino de la indagación sobre la EE toma forma una interrogante acerca de si no debería toda la investigación educativa dedicarse a observar y valorar la eficacia o congruencia de la acción y la experiencia de todos los actores de la educación respecto a los fines formativos, es decir, los postulados filosóficos. También en la perspectiva de la EE aparece, si bien apenas insinuada, la cuestión de que la filosofía de la educación guarda una estrecha relación con la filosofía política. En otros términos, el conflicto de intereses y visiones está ahí, en la experiencia humana.
    Si la afirmación hecha arriba sobre la investigación educativa parece difícil de justificar, por lo menos hemos de llegar a la convicción de que una perspectiva de cooperación entre líneas y movimientos es no sólo pertinente sino condición fundamental para el progreso de la educación entendiendo por ello tanto sus condiciones de realización como su contribución a la justicia y al equidad social. Quizá el problema original sea la diversidad de visiones de la educación, de los fines de la misma, de las perspectivas epistemológicas, de las filosofías políticas y de los intereses económicos, pero ahí se inician todas las historias, incluida la de la EE. Una enseñanza derivada de la investigación sobre la EE es que se conoce lo que aporta la escuela  y en el logro de tal conocimiento se puede comprender lo que se necesita fuera de ella para mejorar la sociedad.

  5. Con la experiencia de la lectura del presente libro se tiene otra perspectiva teórica para comprender algo ya conocido hace más tiempo: queda claro que de lo que se trata en la escuela es de aprender o de que ocurra el desarrollo personal; se hace presente en el escenario J. Dewey con su postulado de que el desarrollo es la meta de la educación y tanto los factores como los modelos de EE ayudan a dimensionar las condiciones de logro de tal meta.

  6. La historia del movimiento de la EE dibuja con precisión otra cuestión: pensar la escuela, imaginarla desde la perspectiva de la eficacia, hace ineludible la necesidad de enfrentar la formación del profesorado, la inicial y la permanente, desde otra comprensión de sus posibilidades de acción. Parafraseando sobre la metodología de la EE hay que decir que la formación del profesorado requiere un enfoque multinivel. Si en un aspecto la investigación sobre la EE es relevante para el mejoramiento de la educación en México, ello sucede en la formación del profesorado.

  7. La investigación sobre la EE es no sólo una herramienta para la mejora de la escuela sino de todo su entorno social, político y organizacional. Es con esta visión que pueden construirse las formas de  cooperación en el conjunto de la investigación educativa.

  8. Tiene un profundo significado para la investigación y la práctica educativas el hecho de que el movimiento de la EE, por las cuestiones de la integralidad de la educación y la equidad, ponga énfasis en los valores y en la formación moral. Si estos componentes de la experiencia escolar son difíciles de medir, no es menos real que sin ellos la eficacia no existe. Por la orientación a la justicia, quizá en la formación moral esté el reto fundamental para la mejora de la escuela. La observación de estos ‘efectos escolares’ bien puede representar el horizonte de cumplimiento de las metas de investigación de la EE.
    Además de lo anterior, debe reconocerse que la investigación sobre valores y la formación moral tienen un significativo campo de aprendizaje en el movimiento de la EE.

  9. El valor de la equidad –un fin deseable en la educación- se cruza con la teorización de la EE pues representa tanto un punto de partida para elaborar una definición –con lo cual influye en sus propósitos y procedimientos- como un valor social al cual la investigación puede apoyar con los modelos de eficacia escolar. En la visión de Murillo es importante transitar de los conceptos (aprendizaje, equidad) al plano de la moral social por el avance en las condiciones de justicia.
    La teoría de la eficacia escolar, en construcción, está vinculada con otras teorías científicas –la del desarrollo humano, del aprendizaje- y teorías prácticas: las educativas, las políticas, la del currículo. Y, por lo que discute con brevedad Javier Murillo, está construida en el ámbito de la acción social y de la acción política.

  10. Las críticas o aún más, el rechazo a los estudios sobre EE por el supuesto cariz conservador –el énfasis en la productividad, los valores económicos- puede impedir la percepción de las bondades de esta línea de trabajo. Si interesan la justicia y la equidad, éstas no se pierden en los análisis cuantitativos o cualitativos; por el contrario, por vía de ellos se puede obtener información de mucho valor para políticas públicas y planes de mejora. Esto muestra la autonomía de la actividad científica –rasgo que hay que salvaguardar en la metodología- así como su relación intrínseca con las cuestiones sociales, específicamente, las éticas. Desde esta perspectiva puede comprenderse cómo la investigación sobre la EE, al preguntar por los efectos escolares y ofrecer respuestas, es una contribución a la democracia.
  11. Una pregunta, finalmente: sorprende que Javier Murillo opte por no discutir el tema de la calidad, lo percibe como cuestión difícil de solventar pero sin ampliar su justificación en el texto, no obstante que entre las cuestiones debatidas en torno a la definición de la EE aparece el asunto de la calidad unido a la equidad, además de que la calidad está también en el horizonte del uso del conocimiento por la toma de decisiones, los modelos de escuela eficaz, la mejora de la escuela, etc. ¿Será que la calidad, su idea, resulta irrelevante ante la fuerza del constructo-valor de la ‘eficacia’, y sus vínculos con los efectos escolares y sus características científicas? Es una cuestión que puede indicar el camino más productivo para la teorización y el eventual arribo a un paradigma de la EE.
    El propósito de observar efectos escolares o progreso de los alumnos “más allá de lo que sería esperable…”, según la definición de Mortimore, está planteando una cuestión de calidad educativa que muy probablemente esté mejor representada en la noción de ‘eficacia’: que la escuela, que la sociedad por medio de ella pero no sólo con ella, logre el paso de la igualdad ontológica y jurídica a la igualdad en aprendizaje y desarrollo, a la equidad socio-educativa.
    Esperemos, trabajemos, para que, siguiendo a Touraine, nuestras sociedades hablen más de sí mismas por medio de la educación.

{1} La investigación sobre EE se ha realizado preponderantemente en los países desarrollados. Para conocer el estado de este movimiento en el área iberoamericana ver Murillo, F.J. (2003) (coord.). La investigación sobre eficacia escolar en Iberoamérica. Revisión internacional sobre el estado del arte. Bogotá: Convenio Andrés Bello-Centro de Investigación y Documentación Educativa. 467 pp.

{2} Murillo, F.J. (2004). Aportaciones de la investigación sobre eficacia escolar. Un estudio multinivel sobre los efectos escolares y los factores de eficacia de los centros docentes de primaria en España. tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, p. 10.

{3} Miguel León-Portilla y Librado Silva (1991). Huehuehtlahtolli. Testimonios de la antigua palabra. México: FCE-SEP.

{4} Para Murillo, Harvey Goldstein, es “el máximo representante de la escuela europea de los modelos multinivel” (p. 67).