Deval, Juan (2006). Hacia una escuela ciudadana. Madrid: Morata.


Alejandra Navarro Sada
Facultad de Formación de Profesorado y Educación
Universidad Autónoma de Madrid

Recensión


Vivir en un mundo cada vez más globalizado y diverso nos lleva necesariamente a cuestionarnos la importancia de los límites y las posibilidades de una educación ciudadana. La reciente aprobación en España de la Ley Orgánica de Educación (2/2006 de 3 de mayo), en la que se establece entre los objetivos de la educación primaria y secundaria la necesidad de preparar a los alumnos para el ejercicio activo de la ciudadanía y respeto a los derechos humanos, no ha hecho más que reavivar el debate en torno a las ventajas y desventajas de la inserción de una asignatura específica cuyo fin sea la formación del alumnado en valores cívicos y democráticos. La situación en España, por supuesto, no es ajena a lo que está sucediendo en otros tantos lugares del mundo.

El libro Hacia una escuela ciudadana que recientemente ha publicado Juan Delval no ha podido aparecer en un momento más oportuno. Con la sencillez en el lenguaje y el análisis de las ideas detallado y, en ocasiones, agudo, que caracteriza los libros de Juan Delval, en Hacia una escuela ciudadana nos expone sus ideas sobre las iniciativas y los cambios que deberían producirse en la escuela para que ésta contribuyera a formar ciudadanos y no sólo alumnos (op. cit. p. 12).

Juan Delval inicia su relato haciéndose preguntas como ¿son felices nuestros hijos en las escuelas?, ¿les estamos proporcionando la información que necesitarán para integrarse en la sociedad del futuro para contribuir a los cambios sociales que permitan vivir en un mundo más justo?  para luego reflexionar de forma crítica sobre el papel de las reformas educativas y su insistencia en ‘enseñar’ o ‘adoctrinar’ sobre cuestiones cívicas, morales, democráticas.

Partiendo de esta premisa, a lo largo de cinco capítulos nos expone de forma clara y amena los cambios profundos que considera se deben de producir en la escuela para formar buenos ciudadanos.

En el primer capítulo realiza un hondo análisis sobre la educación y la función que deben desempeñan las escuelas para formar individuos capaces de integrarse adecuadamente como ciudadanos. La pregunta ¿Cómo podemos preparar para la democracia y para la responsabilidad ciudadana en una escuela en la que no se enseña a los alumnos a tomar decisiones, en la que apenas se les atribuyen responsabilidades? (p. 14) le sirve a Juan Delval para realizar una crítica, entre otras, sobre una de prácticas más comunes de la mayoría de las escuelas: formar individuos pasivos con escasa participación y responsabilidades. Las transformaciones en la educación, las reformas educativas, los fines de la educación y la crisis adolescente son cuestiones sobre las que también reflexiona Juan Delval en este capítulo.

El segundo capítulo lo dedica a la organización social de la escuela haciendo especial hincapié en el papel de las normas en el funcionamiento social y, específicamente en la organización escolar. Por ejemplo, expone la necesidad, para formar ciudadanos autónomos, de que las escuelas se conviertan instituciones en las que los alumnos participen en el gobierno de ellas. Que participen en asambleas, en el establecimiento de las normas que regulan el propio centro, que colaboren en la resolución de conflictos, al mismo tiempo que asuman compromisos y responsabilidades. Es decir, una buena escuela ciudadana es aquella en la que su funcionamiento sirve como un punto de partida para entender la sociedad y establecer una educación democrática (op. cit. P. 50).

En el tercer capítulo Juan Delval le dedica atención a lo que los alumnos deben aprender en la escuela: los contenidos. Por una parte, realiza una reflexión sobre el tipo de contenidos escolares que se enseñan. Señala, entre otras cosas, cómo las ciencias sociales que se suelen enseñar (geografía e historia) son el producto de tradiciones y prácticas que se remontan al siglo XIX sin tener en cuenta los aportes de las ciencias sociales modernas (economía, sociología, psicología, derecho…). Por otra parte, analiza la forma en que estos contenidos se transmiten, generalmente alejados del principio de placer –el juego-, y ajenos a la propia cotidianidad e intereses de los escolares. Expone cómo el medio ambiente puede ser una fuente de conocimiento que genera problemas y preguntas interesantes que permiten abordar el conocimiento desde diversas perspectivas. Para ejemplificar esto, Juan Delval ofrece ejemplos sencillos de cómo el aprendizaje puede ser placentero a partir de las propias preguntas que se hacen los escolares.

En el cuarto capítulo Juan Delval propone cómo la escuela se debe hacer eco de los nuevos problemas derivados de las nuevas demandas sociales: el desarrollo sostenible, los derechos de los niños, los problemas interculturales e ideas para trabajar de otra manera (organización del aula, diversas actividades, etc.).

El último capítulo, dedicado a las relaciones de la escuela con su comunidad, Juan Delval reflexiona sobre la necesidad de concebir la escuela como un lugar que socializa y prepara individuos autónomos que sean capaces de vivir en una sociedad plural y democrática; como una puerta a la cultura en la que la participación de todos los agentes implicados debe ser activa.

En el epílogo Juan Delval insiste en los aspectos que deben guiarnos hacia una escuela ciudadana: el papel del profesorado y de los agentes sociales, las competencias que se deben promover, así como algunos de los obstáculos de una escuela democrática como son los principios antidemocráticos que aun algunos se empeñan en seguir inculcando.

Hacia una escuela ciudadana se convierte, por tanto, en un libro de referencia obligado para todas aquellas personas preocupadas por que los niveles de calidad de la educación sean altos y los principios de igualdad y democracia sean prioritarios.