¿HASTA DÓNDE LLEGA LA EFICACIA ESCOLAR?


La investigación sobre eficacia escolar (IEE) ha resultado un campo de trabajo fructífero, pero en el campo de la formación en valores y del desarrollo moral tiene uno de sus retos más importantes. Debido al hecho de que la IEE ha mostrado que la escuela sí importa y que el trabajo de los docentes es muy relevante (Cf. Murillo, 2008), la expectativa de mejorar la escuela se ha incrementado, tanto por lo que ella puede hacer con el conjunto de sus recursos institucionales, como por la responsabilidad que tienen las sociedades y los gobiernos en darle el máximo apoyo para que atienda su misión, tal como lo señalan las Constituciones de los países y diversos documentos de diagnóstico y de política educativa elaborados por organismos multilaterales.

¿Por qué es importante vincular la eficacia escolar y la formación en valores? Varias respuestas pueden ofrecerse. La primera es fundamental y sostiene a todas las demás: porque la idea misma de educación lo exige; realizar la educación significa darle eficacia a una palabra, a una acción que representa la emergencia de la persona, que es la encarnación de los valores. En segundo término, porque la escuela es depositaria social y política de un encargo educativo de profundo sentido axiológico, ético y moral; en tercer lugar, la naturaleza de una escuela eficaz, por la tarea cuyo logro la define, debe extenderse a la cuestión de los valores. Si por algún elemento de la acción escolar resulta desafortunado que existan escuelas ineficaces, el más significativo es el que corresponde a la formación en valores.

Dicho con otras palabras, el emblema de la escuela eficaz, el indicador por excelencia de que está haciendo educación, es el proceso de asunción de valores sobre el cual descansa la personalización del individuo, esto es, el más trascendente de los aprendizajes; significa desarrollo integral, crecimiento moral, experiencia comunitaria en la escuela y apoyo a la formación de la comunidad social y política. En última instancia, la experiencia de las sociedades ha permitido un avance muy importante: la esencia del derecho a la educación no se cumple en ir a la escuela, sino en que esta sea un lugar que trabaje estructuralmente apoyada en las dimensiones de la calidad y que en lo relativo al currículo, lo fundamental sea la persona y su desarrollo.

Aunque la educación tiene un sentido unitario que surge de la meta de la formación humana, en la práctica tanto la historia de la escuela como el currículo y las políticas educativas, en última instancia apoyados en las dimensiones del desarrollo humano, producen un fraccionamiento de la experiencia que conduce a poner un cuidado especial en la búsqueda de la integralidad.

Por todo ello es importante indagar hasta dónde llega en la práctica la eficacia de la escuela, cuáles son los caminos más apropiados para su mejora.

Los trabajos que se presentan en este número monográfico de REICE ofrecen diversos modos de explorar y apreciar la cuestión de los valores y sus vínculos con la noción de eficacia escolar; esta es un territorio de la acción humana que necesita ser expandido. En primer lugar, Sara María Fuentes, en su texto Eficacia escolar y formación de valores se pregunta si en los procesos de acceso al conocimiento –de manera particular en la materia de matemáticas- en una escuela técnica de nivel medio puede darse atención a la formación en valores y cuáles de ellos se hacen presentes en la experiencia de aprendizaje, de forma que pueda hacerse un juicio sobre la eficacia escolar por la relación entre la construcción de conocimientos y la formación en valores. Una relación crítica con el saber es un factor de apoyo para la adquisición de los valores personales.

Otros trabajos empíricos sobre el aprendizaje de los valores son presentados por Carmen Diaz y Miguel Bazdresch; sus textos son dos maneras de observar los significados humanos de la vida en la escuela. La primera autora dedica su estudio a la dimensión ética de la organización escolar en una institución que es considerada una comunidad de valores. A partir de los rasgos de una escuela comunidad analiza algunos factores asociados a la eficacia escolar, específicamente, la identificación y compromiso de los sujetos con los objetivos de la escuela, la figura de la dirección y el clima escolar.

Miguel Bazdresch ve a la escuela como un lugar de formación humana y observa ese proceso en la convivencia, la que define como “esa trama que se forja con las relaciones entre las personas y los elementos del medio social que permiten que la vida social se efectúe”. Para su trabajo, plantea la hipótesis de que en la escuela la trama de la convivencia se constituye con los elementos de la formación y por ello, “la eficacia de la formación en valores se presume visible en las características de la convivencia escolar”, presunción que resulta muy justificada. Su trabajo muestra que la formación de valores se apoya en la vida cotidiana de la escuela.

Alexander Ruiz se acerca también a la vida escolar y nos ofrece una visión sobre el sentido político de la convivencia tal como es vivido por los estudiantes y los maestros. Su propósito es mostrar, con un enfoque constructivista, las estrategias que sigue la escuela para la formación ciudadana; en su análisis, le dedica especial atención a la estrategia de contención social.

Otro grupo de textos se ocupa de los valores en su relación con diversas cuestiones de la vida social y escolar. En el primero de ellos, Edgar González y Lyle Figueroa reflexionan sobre la crisis ambiental y, con base en la historia del movimiento ambientalista, destacan su dimensión ética y los valores que le dan contenido, para llegar a plantear una cuestión de gran importancia, a saber, cómo la educación en valores puede contribuir a revertir la crisis ambiental. Su respuesta es muy clara: es preciso fortalecer la dimensión axiológica en los procesos educativos y en especial en la educación ambiental; una de las expresiones de tal acción habrá de ser la formación en la responsabilidad y en la solidaridad.

Por su parte, Arturo Benítez se interesa por el estado que guarda el tema de la educación en valores en la educación superior en un país particular, México. El texto es muy oportuno y resulta importante por dos razones: primera, porque este tipo de trabajos ayudan a diagnosticar y juzgar la percepción que se tiene de un asunto, lo que se ha hecho y a trazar líneas de desarrollo futuro para los interesados en el campo; la segunda razón se refiere al ámbito geográfico del objeto de estudio, a México, pues en los últimos años ha aumentado el interés teórico y práctico por la educación en valores en educación superior de este país. Las conclusiones del trabajo orientan acerca de varias facetas del campo de estudio.

Teresa Yurén y Miriam de la Cruz se ocupan de un tema también de mucha actualidad en México, el conocimiento y la atención a las necesidades de educación de los niños y niñas migrantes. De manera particular, las autoras analizan elementos de la relación entre la familia y la escuela para responder una pregunta de gran trascendencia en el marco de la mejora escolar: ¿cuál es el papel que juega la familia en contextos de vulnerabilidad social en la eficacia de la formación valoral escolar? El trabajo da cuenta de la investigación sobre el tema y del proceso de construcción del objeto de estudio y concluye que en contextos en los que las familias están en situación de vulnerabilidad social, la relación entre la escuela y la familia es un factor que influye de manera significativa en el diferencial de la eficacia escolar en lo que se refiere a la formación valoral.

Una pareja de textos se dedica al maestro. Si bien su importancia en la experiencia escolar es universalmente reconocida, en los campos de la investigación sobre la eficacia escolar y sobre la formación en valores la relevancia del rol del docente adquiere nuevos contornos y representaciones, tanto por el enfoque de la eficacia escolar como por lo que este ha ayudado a comprender acerca de la importancia de cada factor de la eficacia y de la interacción entre ellos. En primer término, el trabajo de Aurora Elizondo y de Lucía Rodríguez se adentra en la materia de Formación Cívica y Ética —elemento del currículo de la educación básica mexicana— y analiza las experiencias de los docentes con el propósito de destacar las condiciones en la que se realiza la práctica educativa e identificar las dificultades vividas por los maestros en la elaboración del sentido pedagógico de su trabajo orientado a la formación ciudadana. Observan la dinámica escolar y dan cuenta de los desencuentros que ocurren entre docentes y alumnos y con base en ello hacen propuestas para la formación docente.

Por su parte, Patricia Carbajal, con base en su experiencia de investigación y de trabajo en la formación de maestros, hace un cuestionamiento sobre la validez de la alternativa curricular y didáctica para la formación en valores en la escuela y enfatiza la práctica docente para destacar el potencial que esta tiene en relación con la eficacia escolar cuando se recupera el sentido moral de la acción educativa. El propósito de su trabajo etnográfico, apoyado en una noción de formación valoral y de una forma de análisis de la práctica docente desde la perspectiva de los valores, es mostrar un proceso que ayuda a los docentes a comprender el sentido moral de su práctica cotidiana —o bien, la comprensión de sí mismos como agentes morales— por medio del análisis de su comportamiento normativo, afectivo y pedagógico. De ese análisis, destaca las diferentes interpretaciones que los maestros otorgan a sus prácticas y cómo toman decisiones para introducir cambios o evadirlos; ello se apoya en la distinción de tres niveles de conciencia moral. Vale la pena observar la aportación de este trabajo y ponerla en perspectiva de diálogo teórico y práctico con los textos de Carmen Diaz y de Miguel Bazdresch.

El conjunto de trabajos incluye uno de naturaleza particular, una reflexión hecha por Juan Martín López sobre la libertad, más propiamente, sobre la Educación de la libertad. Como punto de partida, el autor identifica las principales tendencias en la investigación del campo de los valores y en el de la intervención pedagógica par promoverlos. Aunque considera justificada la preocupación por la formación en determinados valores o rasgos morales de las personas, pone énfasis en el hecho de que el mundo actual está caracterizado por la pluralidad y la incertidumbre. Con esa base y con la distinción entre moral como estructura y moral como contenido, postula un cambio de enfoque en los esfuerzos pedagógicos para pasar de la educación en valores a la educación de la libertad que se sustenta la ética del compromiso de religación del ser humano individual consigo mismo, con los otros seres humanos en una comunidad, con la sociedad en la que vive y con la especie humana ligada al destino del universo. Una pregunta surge de manera natural: ¿cómo se conjugan en la educación de la libertad la moral como estructura y la moral como contenido. A fin de cuentas, la frontera parece diluirse a favor de una elección que se sustenta en una antropología y en las probabilidades de eficacia de un enfoque pedagógico. Quizá no sea imposible una moral de contenidos, por ejemplo, la de los derechos humanos, la de comunidad democrática, pero todo apunta a que es fundamental la educación de la libertad, siempre lo ha sido.

En síntesis, los trabajos de este número monográfico nos sitúan en un importante puesto de observación; aportan conocimiento. Si nos preguntamos hasta dónde llega la eficacia escolar, podemos decir que algo sabemos y que necesitamos saber más. Los diversos trabajos, con sus planteamientos, sus fundamentos sociales, teóricos y pedagógicos, así como son sus respectivos logros, ayudan a continuar el camino.

 

Referencias bibliográficas

Murillo, J. (2008). Aportaciones y retos futuros de la investigación sobre eficacia escolar. Revista Iberoamericana sobre Calidad, Eficacia y cambio en Educación 6(3), pp. 1-6, disponible en http://www.rinace.net/arts/vol6num3/editorial.htm

 

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