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.Editorial
 
       
       
   
Evaluación en el campo educativo: del sentido a la práctica
 
       
    Marcela Román y F. Javier Murillo  
       
   

Si hay algo en lo cual no hay discusión o debate en el escenario educativo formal, es en la necesidad de evaluar los aprendizajes que logran los estudiantes en cualquier contexto, escuela, centro educativo o nivel. Sin embargo, el panorama es muy distinto cuando se trata de acordar cómo y respecto de qué se deben evaluar tales aprendizajes, cuáles son los mejores instrumentos y el uso que debe hacer de estas mediciones y evaluaciones. Pero, aunque protagonistas, no sólo los aprendizajes o el rendimiento escolar son objeto de la evaluación educativa. El juicio y análisis recorren también la enseñanza, desde sus principales actores, hasta los recursos y condiciones en que ella se realiza, no estando exenta tampoco de debates y tensiones respecto de cómo, para qué o quienes han de evaluar la calidad y efectos de la enseñanza. Aunque puede resultar curioso, casi una paradoja, la mayor tensión ocurre al buscar relacionar la enseñanza con el aprendizaje.

Casi se puede asegurar que la evaluación es uno de los campos de mayor desarrollo y presencia activa en educación. Así las cosas, con mayor o menor consenso, hoy se evalúa casi todo lo que se hace y ocurre en el ámbito formal, intra y extra escuela: aprendizajes y rendimiento de los estudiantes, las competencias y desempeños de docentes y directivos, el clima o ambiente escolar, la gestión institucional, la participación de padres y familias, entre otros. Y, cada vez más, se evalúan efectos y consecuencias de acciones, intervenciones y programas, en la calidad educativa de los sistemas. Cada vez más, la evaluación cuenta y se apoya en instrumentos, marcos conceptuales y metodológicos de alta complejidad y sofisticación técnica. Sin embargo y como elemento paradójico, no es fácil encontrar una mirada integral y articulada desde la evaluación, como tampoco un uso que priorice mejorar aquello que se evalúa. Y es ahí donde queremos detenernos, para visibilizar y relevar que este juicio y mirada evaluativa hace posible, como muy pocos paradigmas, reingresar al objeto estudiado la realidad vivida y perciba desde los sujetos implicados. Canaliza y articula así, la voz, experiencias, expectativas, prácticas, demandas, juicios y prejuicios de autoridades, administradores, docentes, directivos, estudiantes, familias, en tanto relevante insumo que permite aproximarse a la realidad para comprenderla e interpretarla más fiel y adecuadamente.

Los más de 100 artículos que hemos publicado en estos primeros cinco años de existencia de la Revista Iberoamericana de Evaluación Educativa, son un reflejo de ello. No sólo recorren los distintos niveles del sistema educativo, sino que convocan e integran a la enorme diversidad de actores y comunidades implicadas en ellos. Importante resulta ser también, la riqueza de la diversidad de sus autores: directores de escuelas, docentes de aula, representantes de gremios y sindicatos docentes, investigadores, profesores y académicos de centros de investigación y universidades de casi la totalidad de los países de Iberoamérica, se unen a las voces y la mirada de ministros y viceministros de educación, de planificadores y directores de unidades de medición y evaluación en diversas temáticas del campo educativo, de técnicos, coordinadores y asesores de múltiples políticas y programas educativos, entre otros. Estamos contentos y orgullosos de este espacio abierto y plural, que estamos logrando entre todos.

Lo hemos afirmado antes y lo seguiremos haciendo: somos partidarios y promotores de una evaluación que ayude a mejorar la calidad, la equidad y la justicia de la educación ofrecida desde los sistemas y en cada escuela. De una evaluación crítica y rigurosa, pero al servicio del objeto evaluado; de una evaluación para aprender a hacerlo mejor, a reconocer logros y dificultades, ejerciendo su enorme potencial y capacidad para iluminar caminos y estrategias pertinentes a la naturaleza del fenómeno abordado, así como de los propósitos y desafíos implicados. Importa así, relevar permanentemente este para qué de la evaluación; que no se nos olvide que evaluar por evaluar no resuelve ni mejora lo evaluado, por mucho avance en los aspectos conceptual, técnico y metodológico con que cuente hoy la evaluación. Es quizás, este mismo desarrollo propio, muchas veces incomprensible o lejos del sentido común, lo que nos ha llevado a desconfiar y a oponernos a que se observe y analice, lo que hacemos, el cómo lo hacemos y lo que logramos. Así por ejemplo, parece sin sentido seguir analizando y evaluando por separado a los alumnos, profesores, directores o administradores, como también el centrar la mirada solo en el aula y en la escuela, para dar cuenta de la calidad de enseñanza y el aprendizaje. Es desde una mirada sistémica, contextualizada y donde se entremezclan y dialogan lo cultural o subjetivo, con lo emocional y relacional con lo pedagógico y administrativo, lo que favorece y hace posible una mejor comprensión del acto educativo en su complejidad, así como el rol y la acción de los sujetos en particular.

Creemos que uno de los más urgentes desafíos de la evaluación está en dar señales y evidencias de que es un buen y necesario aliado de los sistemas, de los docentes, y de las escuelas. Que su real aporte está más allá de establecer estándares y mostrar quiénes los alcanzan y quiénes no; más allá de clasificar escuelas y actores o más allá de ser una justificación para la sanción, el juicio y la estigmatización. Ciertamente se requiere conocer y analizar prácticas docentes, nivel de impactos de programas o la calidad de los logros y aprendizajes que alcanzan los estudiantes; pero todo ello ha de hacerse bajo el prioritario principio de reingresar el conocimiento e información producida a la realidad abordada, para mejorar y fortalecer aquello medido y evaluado: es ese su principal sentido y valor. En esta evaluación como aliada, que se constituye en un pilar fundamental para conseguir los objetivos y desafíos buscados, el uso que de ella se haga en el campo educativo, debiera ser hoy el eje de atención y desarrollo de la propia evaluación y principalmente de los evaluadores.

Desde esta revista, nos hemos desafiado a compartir la evidencia que ofrece la investigación y la reflexión desde la evaluación de resultados y logros escolares, de los efectos de políticas de mejoramiento, de los desempeños y prácticas, de las expectativas y tantos otros aspectos que se articulan y dialogan en el acto educativo. Todo ello, desde la convicción que la evaluación en cualquier área del vasto escenario educativo, ha de estar siempre al servicio de los aprendizajes requeridos y deseados. Desde la evidencia de que ella cuenta y dispone con potentes y novedosas herramientas y dispositivos analíticos para ayudarnos a comprender mejor uno de los objetivos fundamentales de la enseñanza: cómo ayudar a que todos los niños, las niñas y los jóvenes estudiantes aprendan.

En estos cinco años hemos recorrido desde la medición y evaluación del rendimiento escolar, hasta detenernos en la urgencia de repensar el sentido y perspectiva de una evaluación que colabore y promueva sistemas educativos equitativos y justos, como aval y condición de sociedades más inclusivas e igualitarias. Así, el primer temático de la revista, estuvo destinado a la evaluación del desempeño docente, quizás uno de los principales temas de disputa y tensión en el campo educativo, no solo por la histórica oposición del gremio docentes, sino por las permanentes y cuestionadoras dudas respecto de cuál es finalmente el aporte de evaluar su desempeño profesional, qué aspectos de la práctica y desempeño de los profesores profesoras se deben evaluar o cuál es la mejor estrategia, instrumental y mecanismos para hacerlo.

Los aprendizajes y logros que alcanzan los niños, niñas y jóvenes en distintas realidades y sistemas educativos, ocupó la atención de la segunda sección temática de nuestra revista. Número en el cual se abordaron diversas experiencias y estrategias de evaluación de aprendizajes y desempeños escolares, desde el aula hasta la mirada estandarizada que mide y da cuenta de la calidad de los sistemas. En varios de sus artículos, se explicitan y relevan también distintos factores que afectan el aprendizaje y rendimiento escolar. Una vez más: la evaluación al servicio de la calidad buscada; la evaluación como recurso metodológico para identificar y analizar entre otros, la relación entre aprendizajes y la práctica docente, entre el ambiente escolar y lo que aprenden los alumnos, entre el liderazgo y la gestión y lo que pasa en el aula o entre los recursos y el aprender.

La urgente y necesaria mirada global y articulada sobre las escuelas y centros educativos, fue también foco de atención de la revista en sus primeros números. Las autoevaluaciones como recurso e insumo para la mejora, así como las evaluaciones externas (inspección y supervisión entre ellas), fueron parte de los temas y experiencia recorridas en este número. Esta perspectiva de evaluación sistémica, compleja y contextualiza, interna, externa o mixtas, está a la base de los diseños y apoyos de propuestas de cambio y mejoramiento, que muchos de los países han adoptado como estrategia para apoyar e impulsar el mejoramiento que afecte positivamente los aprendizajes y el logro escolar.

Haciéndose eco de la discusión y debate sobre las condiciones y la igualdad de oportunidades de acceso a la Educación Superior, la RIEE dedica su tercer temático a los procesos e instrumentos de admisión a la Educación Superior. El ingreso a la educación superior (especialmente universitaria), desde sus regulaciones y mecanismos, es uno de los ámbitos de mayor debate y polémica en el escenario educativo, concretamente por la preocupación en torno a la desigual representación en este nivel, de jóvenes provenientes de sectores sociales de mayor pobreza y grupos étnicos. Importante e innovador resultó ser, esta atención especial a los procesos y pruebas mediante las cuales se regula y consagra tal ingreso.

La evaluación de políticas y programas en el campo educativo es quizás uno de los de mayor desarrollo y cobertura en este campo analítico, junto con los aprendizajes y el rendimiento escolar. En la sección temática del último número del año 2010, el protagonista fue la perspectiva y juicio sobre la estructura, el funcionamiento y/o los resultados de estas intervenciones educativas en distintos sistemas y países. Así, a través de sus artículos, nos adentramos en los procesos y principios de las Reformas en América Latina y el Caribe, en mirar y analizar los logros y pendientes de sus políticas focalizadas, en dar cuenta de experiencias de políticas de evaluación de escuelas, de la formación docente o del cambio curricular, entre otros

La evaluación educativa para la justicia social inauguró la sección temática del 2011. La demanda por una mayor justicia en educación y por una educación que contribuya a lograr una sociedad más justa, pone también duros desafíos y tareas a la evaluación. En primer lugar referida a la necesidad de tener a la equidad en educación, como uno de sus objetos prioritarios. Monitorear y exponer las brechas y desigualdades que existen y persisten en educación, al tiempo que ofrecer mayor comprensión y orientación de cómo y dónde actuar para avanzar en equidad y mejores oportunidades para todos los estudiantes. Pero es igualmente importante, que la propia evaluación sea justa. Una evaluación injusta acrecienta las desigualdades en el campo educativo; los estudiantes más pobres o aquellos con desventajas de todo tipo, son especialmente vulnerables a procesos de evaluación injustos. Por último, desde la evaluación se debieran dar claras señales que el sentido y propósito último de la educación, se juega en la formación de ciudadanos críticos, reflexivos, tolerantes, participativos, capaces de promover y resguardar sociedades justas y democráticas. La evaluación puede apoyar y aportar en la recuperación de este sentido primero de la educación, alineando sus componentes y acciones para que ella se constituya en un claro aliado y promotor de sociedades más inclusivas e igualitarias, es decir una evaluación educativa para la justicia social.

La mirada al acceso, uso y efectos de la incorporación de recursos tecnológicos a los procesos de enseñanza y aprendizaje, ocupó la atención del temático de fines del 2011. Las TIC en educación, el debate y discusión sobre su real aporte al aprendizaje, a la enseñanza o a la disminución de las brechas entre los estudiantes, es quizás uno de los temas de mayor desarrollo y difusión de las últimas décadas en el escenario educativo. La perspectiva y tipo de evaluación que se ocupa para dar cuenta de lo anterior, es también objeto de debate entre unos y otros. Así, no solo importa evaluar este acceso, uso y efectos, sino que analizar y debatir la pertinencia conceptual y metodológica usada para tales fines. La inclusión en sociedades complejas y digitales, vuelve a poner enormes desafíos a la evaluación educativa. Especialmente referidos a su aporte en comprender la capacidad de transformación y mejora de la educación a través de las TIC y a promover prácticas y usos efectivos de estas tecnologías de acuerdo a los propósitos y en contextos específicos. Así, en este escenario de progresiva integración de las TIC en el ámbito educativo, la evaluación requiere de nuevas perspectivas y estrategias metodológicas para conseguir una comprensión más profunda y fina sobre cómo, hasta qué punto y bajo qué condiciones, la incorporación de las TIC a los procesos formales de enseñanza y aprendizaje modifican las prácticas educativas en el seno de las aulas y afectan positivamente, cuando lo consiguen, los aprendizajes, capacidades y habilidades de niños y jóvenes.

En el 2012 revisamos la docencia universitaria. Temática que cobra cada vez mayor protagonismo y relevancia para dar cuenta de la formación superior de los jóvenes en Iberoamérica, entre ellos los futuros profesores y profesoras, sobre todo por los importantes y crecientes aumentos de la cobertura en educación terciaria que exhiben varios países latinoamericanos. Desde la mirada evaluativa a la práctica y desafíos de la enseñanza superior, se recorren los distintos aspectos de la función y el desempeño docente en las universidades, distintas carreras y disciplinas, así como estrategias e instrumentos para su observación y análisis. Como siempre, la evaluación puesta al servicio y como potente recurso para comprender y mejorar las prácticas en dicho nivel, con el fin última, de contribuir al aprendizaje significativo de los jóvenes universitarios. Contrariamente a lo que ocurre con la evaluación de los docentes en el ámbito escolar (primaria y secundaria), los profesores universitarios cuentan con una mayor valoración social de su rol, con un menor cuestionamiento a su formación y competencias profesionales. Quizás por esto mismo, poco se sabe de qué, cómo y quiénes evalúan la función y desempeño docentes, o si se usan y cómo los resultados de tales evaluaciones.

Dar cuenta de las diversas acciones llevadas a cabo por las instituciones en este campo, analizar y reflexionar sobre los efectos que estas iniciativas han tenido en el mejoramiento de la calidad de la docencia universitaria, se constituye también en foco de atención de la evaluación educativa, puesta al servicio de una enseñanza y aprendizaje que garantice sus repercusiones en la calidad de la formación profesional de los estudiantes.

Por último, el quinto año de la revista fue cerrado con un temático destinado a la evaluación de la disponibilidad y uso de materiales educativos en los procesos de enseñanza y aprendizaje. El propósito de tales recursos, la equidad en el acceso a ellos, su uso, incorporación en la práctica pedagógica y el trabajo en el aula y, los efectos en los aprendizajes, fueron entre otras, las problemáticas abordadas en sus artículos. Bajo la certeza que estos recursos didácticos actúan como estímulo, apoyo y mediadores entre la enseñanza y el proceso de aprender, resulta esencial conocer de sus potencialidades didácticas, así como de las circunstancias, condiciones y tipo de uso que acrecientan tales características, fortaleciendo la apropiación y estabilidad de los aprendizajes en los estudiantes.

Esperamos seguir transitando por la verada de la evaluación por muchos años más, ofreciendo un espacio interesante y referente en donde compartir no solo resultados de evaluación, sino que cuestionar y debatir respecto de su sentido, su práctica y uso.

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